Welcome/El guardia te recibe (en zapatillas de casa)

El 23 de abril es el día de la identidad nacional y también el día del niño en Turquía. Los símbolos del poder inundan la ciudad y los carteles de publicidad de Coca Cola se camuflan entre los colores de las banderas de la nación que engalanan y hacen desaparecer los edificios.

En un contexto en el que conviven capitalismo, misticismo y los últimos modelos de cámaras digitales, la simbología del poder se confunde en un escenario turístico en el que la diferencia entre ver y observar, pasa desapercibida más allá de los consejos de Tripadvisor.

El síndrome de Stendhal sirve para distorsionar una realidad que nos hace configurar una bandera con una imagen borrosa fruto de la desorientación, de la confusión, de la sensación de vértigo. Y en el punto en el que oriente se quiere acercar a occidente de la manera más rancia, las coreografías del Waka Waka despuntan en todas esas celebraciones en las que ¿son los niños los protagonistas de la ocasión?

No hay más atractivo para el turista y el viajero que pasear con sus zapatos dentro de una bolsa de plástico (te dan una a la entrada, la guía recomienda llevar una propia), mientras apela a Stendhal durante la actividad de desacralización de los lugares de oración. A veces es más interesante sentir y vivir que saber… y perseguir al guardia de seguridad para conseguir una instantánea de su calzado.

Las moquetas de las mezquitas recogen el sudor de millones de turistas en los grandes templos por los que pululan guardias de seguridad que vigilan en zapatillas de casa, paseantes que caminan con su calzado en la mano por miedo a que las baldas para depositar sus zapatos no sean más que un atractivo para el listo de turno.

En escena una reproducción mecánica del objeto sagrado de los “conducidos”, las bolsas con zapatos, se enfrenta a una de esos muebles vacíos rompiendo el equilibrio por la espantada de fieles que huyen de las masas visitantes.

Este proyecto propone una mirada hacia los nuevos espacios/situaciones etnomiméticas, que surgen en el destino turístico gracias a la transformación que ejerce el flujo de masas visitantes. Una mirada a los lugares en su momento de crisálida en los que lo oriundo va mutando para cumplir las espectativas de lo foráneo. Conceptualmente se centra tanto en referirse a estos cambios como en subrayar y hacer destacar las nuevas realidades que poco a poco van surgiendo en estos espacios. Hay una decisión de reflexionar sobre estos nuevos engendros a través de la configuración de un espacio híbrido, un espacio pervertido, fruto de la suma de elementos y materiales de distintos contextos culturales en el que conviven capitalismo, misticismo, supervivencia y la cámara de fotos del turista.

El gran estímulo para afrontar este proyecto surge de un viaje a Estambul en el que me veo sorprendido por un ataque de sentimientos encontrados. Rastros y rasgos de una ciudad modificada casi genéticamente por los intentos -durante casi un siglo- de querer aunar oriente y occidente con el único objetivo de sentir de cerca la brisa del atractivo neoliberal. Huellas que desaparecen al alejarse de este epicentro y que se convierten en lugares mucho más evocadores según se va cruzando la línea divisoria entre los dos continentes.

La manera conceptual de afrontar este proyecto no ha sido otra que la de crear un espacio “turístico”, de tránsito, un espacio perverso e incluso absurdo a través de elementos rescatados de ese viaje. Desde las curiosidades que más llaman la atención del turista, hasta los detalles más íntimos que se escriben en diarios y cuadernos de bitácora, se mezclan de manera casi coherente creando un nuevo lugar. Infinidades de banderas nacionales que hacen desaparecer edificios enteros el día de la soberanía nacional (llamado también día de la infancia),  cacofonías creadas por la megafonía de las llamadas a la oración de las mezquitas a distintas horas del día, moquetas que recogen el sudor de millones de turistas en los grandes templos por los que pululan guardias de seguridad que vigilan en zapatillas de casa, paseantes que caminan con su calzado en la mano por miedo a que las baldas para depositar sus zapatos no sean más que un atractivo para el listo de turno… Welcome es un lugar para la oración, para la lectura, para la observación, para la fiesta, para la indiferencia, un lugar consecuente con la violación global que resume ese esfuerzo interesado e innecesario por querer congregar artificialmente dos culturas.

El resultado de lo que se puede ver en escena son una serie de piezas entre lo escultórico y lo documental. Formalmente existe una necesidad evidente de reinterpretación de elementos y de formas rescatados del viaje que han servido como excusa para crear cada objeto. El guardia de seguridad trabaja en zapatillas de casa… 

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